lunes, 9 de mayo de 2022

Castillo de Lezuza (Albacete) yacimiento arqueológico de Libisosa (Albacete) Castilla La Mancha - España

El yacimiento arqueológico de Libisosa se encuentra en el “Cerro del Castillo” del municipio de Lezuza (Albacete, Castilla-La Mancha). En virtud de las excavaciones arqueológicas (iniciadas en 1996 por un equipo de la Universidad de Alicante dirigido por José Uroz Sáez, y continuadas de forma ininterrumpida desde entonces​), hoy se sabe que el yacimiento ocupa 30 hectáreas de restos que abarcan desde el Bronce Final hasta la Baja Edad Media, presidida esta última por la torre vigía que da nombre al cerro, y a la que corresponde igualmente un edificio de las órdenes militares. De época romana destaca la muralla tardorrepublicana y el foro de la colonia romana mencionada por Plinio el Viejo (NH, III, 25), mientras que del oppidum ibérico adscrito a la regio oretana por Ptolomeo (II, 6, 58) sobresale su fase final. La excelente conservación de estructuras y materiales de la etapa iberorromana de Libisosa se debe al “efecto sepultura” provocado por su destrucción precipitada y sistemática, que ha permitido llegar hasta nuestros días una imagen congelada de su estado previo a la devastación,​ lo que constituye una mina para la investigación del Ibérico Final y la Hispania republicana, en su en su mayor parte todavía por descubrir.​
En 2021 se han iniciado las gestiones destinadas a declarar el conjunto como parque arqueológico. Es el segundo parque en la provincia de Albacete, y el sexto en el conjunto de la comunidad castellano manchega.

Los primeros testimonios arqueológicos de ocupación del cerro se remontan al Bronce Final, en virtud del hallazgo de cerámicas a mano prehistóricas dispersas por el yacimiento, con tan solo una concentración especial en el Sector 2, en el que además parece haber huellas de hábitat, y donde van acompañadas de vasijas a torno grises, que ubican este contexto en un arco del s. IX/VIII al VI a.C., en el momento de transición entre el Bronce Final y el Hierro I/Orientalizante. La continuidad del hábitat en época ibérica antigua resulta dentro de la lógica, y diversos son los factores que hacen pensar en un rol nuclear de este oppidum en su comarca.
Guerrero ibérico pintado sobre una tinajilla hallada en Libisosa
Pero si hay una etapa de la Libisosa mencionada por Ptolomeo (II, 6, 58) entre las ciudades iberas oretanas, digna de destacar en virtud de los hallazgos arqueológicos, es la que se corresponde con la fase final,7​ que abarca del siglo II al primer tercio s. I a.C., y que nos informa de diversos aspectos sobre la vida de una comunidad oretana bajo el dominio de Roma, seguramente de peregrini en régimen estipendiario, en una etapa de su proceso de romanización que podríamos calificar de temprana, propiciada seguramente, y entre otras razones, por la presencia de comerciantes itálicos y, sobre todo, por algún cuerpo del ejército (o soldados alojados en régimen de hospicio) que proporcionaría seguridad a las rutas que allí confluyen.8​ El proceso de romanización correrá paralelo, paradójicamente, a otro de autoafirmación, que encontró en la iconografía un lienzo ideal (como muestran también algunos vasos singulares9​ hallados en Libisosa) para ensalzar la virtud aristocrática ibérica, en el marco de la construcción de una mitología propia, para su cohesión interna (del grupo dirigente y sus clientelas) y, en definitiva, para mantener sus privilegios ante el nuevo orden romano.
Y si esta fase es importante es debido a su excepcional estado de conservación, motivado por una destrucción repentina, que se ha relacionado con las guerras sertorianas (82-72 a.C.) y que ofrece una imagen inalterada del momento inmediatamente anterior a dicha devastación, tanto de estructuras como de materiales. De lo cruento de este episodio, y de la fractura que supone, rinde cuentas el hallazgo de un esqueleto infantil​ tendido sobre una de las calles.



De lo que conocemos como barrio iberorromano destacan dos sectores:
El Sector 3, ubicado en la ladera norte. De este se ha podido excavar parte de una barriada, cuyo perímetro completo está aún por definir, habiéndose descubierto un conjunto de una veintena de departamentos, espacios multifuncionales sede de la élite ibérica del lugar y su clientela, que son quienes residen en el oppidum. El elevado número de materiales de importación (ánforas, vajilla de barniz negro y de paredes finas, vajilla de bronce) hallado en esta zona y el resto del barrio iberorromano lo es en términos absolutos, pero no en términos relativos: la inmensa mayoría del registro recuperado es ibérico, como lo siguen siendo sus construcciones y, seguramente su organización interna. La técnica constructiva documentada en estos edificios se encuentra protagonizada por el tapial y, sobre todo, el adobe, que constituía el elemento principal de las paredes, asentándose en zócalos de piedra, así como el elemento básico del “efecto sepultura” que preservó, con su derrumbe, el contenido de los mismos.
El Sector 18, al noroeste del anterior, dominado por un gran edificio de planta trapezoidal y 181 m2, el dpto. 127, que contó con una planta superior al menos en parte de su superficie, y un tejado a un agua con abertura a modo de porche en el lado W, y que debió pertenecer a un oligarca local.13​ La construcción, musealizada in situ para su visita,14​ cuenta con 6 estancias, que muestran una clara plurifuncionalidad (como la de tantas construcciones ibéricas). Su diversificación y relevancia lo convierten en un complejo oligárquico que trasciende el concepto de taller, pero también el doméstico. Además de un conjunto singular de materiales de importación, de imitaciones y de bienes de prestigio, y una abrumadora mayoría de material ibérico, como es normal en esta fase, se encuentra también representada la esfera agropecuaria, como se desprende de la concentración de herramientas agrícolas, junto a la presencia de otros elementos relacionados con la caballería y ganadería, e incluso a actividades metalúrgicas. Pero el edificio, ante todo, pone de manifiesto un claro ejercicio de los diversos procesos de producción en su sentido más amplio, que atañe principalmente a las actividades textiles15​ y de tratamiento de la lana (cuba de plomo),16​ pero también al almacenamiento de alimentos y su comercio, especialmente el vino, como muesta la acumulación anfórica encontrada en una de sus estancias, más aún si se contabiliza la gran bodega de 77 m2 encontrada adosada al Este (dpto. 172), y que por sus más de 80 ánforas-tinaja identificadas debió de contar con un carácter de almacén de excedentes posiblemente destinados al comercio o a la redistribución interna.



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