La villa debió de ser repoblada entre los años 1070 y 1080, fortificándose primeramente el recinto de la villa vieja, conocido como La Mota. Con el crecimiento de la ciudad, el recinto de La Mota quedó convertido en una fortaleza independiente de la propia villa. Así, en 1354 Enrique de Trastamara y sus partidarios combatieron la villa, «e entráronla por fuerza. E estaban en Medina seiscientos de caballo que el rey don Pedro enviara allí, e acogiéronse a la villa vieja, e pleytearon que los pusiesen en salvo».
En 1390 Juan I dona la villa a su hijo el infante Fernando de Antequera, futuro rey de Aragón. De esta forma, a su muerte en 1416, Medina y su Mota pasan a poder del infante de Aragón, Juan. Este debió de hacer alguna obra en el viejo recinto, por la que en 1433 condenaba a ciertos vecinos a pagar dos mil maravedís «para la obra de nuestro alcazar e fortaleza que nos mandamos facer en la Mota»”. Los enfrentamientos entre Juan II de Castilla y los Infantes de Aragón propiciaron que la villa estuviera en ocasiones dividida entre uno y otro bando, dominando los aragoneses la Mota y el rey el palacio de la plaza. En 1439 el infante de Aragón había mandado «cerrar todos los portillos y poner guardas a las puertas y en la villa», encerrando al rey en ella. En 1441 era, sin embargo, el rey de Castilla el que dominaba la villa y cercaba La Mota, donde se habían refugiado los partidarios de Aragón con «250 hombres, sin víveres y muy poca agua y de malos pozos», llegando a un acuerdo para rendirla cuando el rey la «comenzaba a minar».
Imagen nocturna del Castillo de la Mota.
Castillo de la Mota.
Después de la batalla de Olmedo de 1445, La Mota quedó definitivamente en manos reales y hacia 1460 ordenó Enrique IV de Castilla la construcción de «una torre que luego fue la causa de multitud de desgracias». En 1464 entrega la tenencia de La Mota al arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo, que poco después le traiciona y apoya al rebelde príncipe Alfonso. El rey fue entonces sobre Medina «y llegó antes de que amaneciese, donde Alonso de Vivero, que era alcaide della y tenía la Mota, que es la fortaleza, por el arzobispo de Toledo no le quiso recibir y el rey mando quedar gente de guarda sobre ella que la cercasen y por capitán (puso) a su contador mayor Pedrarias Dávila», que la tomó. En 1467 La Mota estaba otra vez en manos de los partidarios del príncipe don Alfonso, apoyando la villa a Enrique IV, pero finalmente toda la villa cayó en manos del príncipe. Muerto este en 1468, la rebelión la encabeza su hermana la princesa Isabel, que ese mismo año firma con el rey el acuerdo de los Toros de Guisando. En él se estipula que Isabel reciba la «villa de medina del campo e alcazar e fortalezas della e con la torre de la mota». Sin embargo, en 1470 el rey le quita Medina a su hermana Isabel para dársela a su hija, la princesa Juana. La Mota quedó entonces en manos de un partidario del rey, el arzobispo de Sevilla, Alonso Fonseca, hasta su muerte en 1473.
Escudos sobre la puerta principal, 1483.
En esta fecha, los medinenses, con la ayuda del alcaide de Castronuño, habían cercado La Mota y pretendían derribarla. El sobrino del arzobispo, que la defendía, viendo la imposibilidad de mantenerla pactó con los medinenses su entrega al duque de Alba. El duque la retuvo hasta 1475 y debió de hacer algunas pequeñas obras en el interior, gastando en ellas algo más de 45 000 maravedís. En 1475 la corona reclamó La Mota y el 20 de febrero le ordenan a Francisco Girón, el alcaide, que la entregue a Alfonso de Quintanilla, enviado por los reyes. Es a partir de esa fecha cuando se construye la barrera artillera, «en tiempos de las guerras del rey de Portugal, ocho o nueve años poco más o menos tiempo mientras duró la obra de la barrera», según la declaración de un testigo preguntado en 1505. Se conservan algunas cuentas de estos años con pagos al maestro de Abdalla, posiblemente el principal alarife de la obra, al maestro Alí de Lerma «ingeniero» y al maestro Fernando. También se conservan cuentas de las obras en los últimos cuatro años (1479-1482), cuyo montante se aproxima a los tres millones de maravedís. La barrera debía de estar acabada en 1483, figurando esa fecha en el escudo que se conserva sobre la puerta principal de esta y en el que aparecen las armas de los Reyes Católicos sin la granada y el yugo y las flechas, sus divisas.
César Borgia.
Posteriormente, el castillo se convirtió en prisión de Estado y en él estuvieron detenidos distintos personajes, tales como Hernando Pizarro, Rodrigo Calderón, el duque Fernando de Calabria, César Borgia o el conde Aranda. Quizá el hecho más destacado sea la huida de César Borgia, el llamado duque Valentino, hijo del papa Alejandro VI (Rodrigo Borgia), y a quien el Gran Capitán hizo prisionero en Nápoles, enviándole primero al castillo de Chinchilla, en la actual provincia de Albacete, de donde intentó escapar mediante una estratagema, no sin antes querer arrojar por las almenas a su alcaide y guardián, Gabriel de Guzmán, quien se libró de muerte segura gracias a su agilidad y fortaleza. Tras el fallido golpe, el Rey Católico ordenó el traslado de Borgia al castillo de La Mota, custodiado esta vez por el alcaide Gabriel de Tapia. Pasado un tiempo de rigurosa prisión, aunque propia de un personaje de su alcurnia, maquinó una nueva fuga con la complicidad exterior del conde de Benavente, Rodrigo Alonso Pimentel, enemigo del Rey Católico, y las ayudas interiores del capellán y algunos criados. La noche del 25 de octubre de 1506 se descolgó mediante sogas de la torre del homenaje. La soga no alcanzaba al suelo, de forma que el último tramo tuvo que salvarlo saltando. En unión del conde de Benavente, llegaron en secreto a Villalón, donde se ocultó unos días (se ofrecían diez mil ducados por su captura). Luego pasaron a Santander para eludir el cerco que el Rey Católico había dispuesto para su captura, y desde allí se trasladó a Navarra, cuyo rey Juan III de Albret era hermano de su esposa francesa Carlota.
Durante la guerra de las Comunidades en 1520-1521, la fortaleza permaneció fiel a la corona, pese a que Medina era comunera y controlaba el parque de artillería. «Un regidor llegó a decir que se utilizase el artillería para derrocar la Mota» e incluso, «cuando los de la Junta (comunera) llegaron a Medina desde Ávila, también acudieron a ellos unos 2000 hombres pidiendo que tomasen la fortaleza», pero gracias a la habilidad diplomática del alcaide, que tenía guarnecida la fortaleza, no llegaron a atacarla.
Se conocen historias desde el s. XI: traiciones, conspiración, juegos de tronos. Con la Batalla de Olmedo en 1445 el castillo de la Mota perteneció a la corona de Castilla definitivamente. La construcción de una línea de artillería potentísima acabó con el recinto de la ciudadela, de la que se conserva parte de la muralla primitiva. Además de crispación guerrera, del castillo de la Mota se desprende el lamento de prisión, la seriedad de los alumnos y el júbilo de los turistas, según los usos que ha ido teniendo en más de 8 siglos de historia.
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