El palacio de Cadro (en gallego: Pazo do Cadro) es el más antiguo pazo de Marín en Pontevedra, Galicia.
Su construcción data de los siglos XIII, su torre del siglo XV y el resto del pazo del siglo XVIII. Este pazo aparece aforado en 1290 a la antigua familia noble de Romay.
Cuenta con una iglesia dedicada a Santa Bárbara a la que accedían los habitantes de la zona en Navidad y donde entregaban un trozo de pan como marcaba la tradición. Se trata de una construcción de plan central cubierta con una cúpula que a su vez remata en una linterna.
En el exterior destacan un hórreo de diez pies, un palomar y unos edificios que probablemente servían de caballerizas. En la entrada principal está inscrito el nombre “don Juan de Romay, Conde de Monterroso y Señor de Cadro”.
El pazo actualmente se encuentra en estado de abandono, puesto que tras su última ocupación ha quedado deshabitado y completamente vacío.
Los marinenses se refugiaron en la torre del antiguo pazo en el siglo XVI para escapar del ataque del pirata Drake a la ría. Ahora mismo, lo que no consiguió Drake lo está logrando la burocracia, que parece más temible que los cañones británicos.
El PXOM clasificó Cadro como un futuro equipamiento público, ligándolo a la figura de un sistema general. En pocas palabras, el Concello ató el futuro del pazo a su expropiación o su compra por el Ayuntamiento, cuestión que se salía de la capacidad de anteriores corporaciones locales, y que también parece inasumible para venideros gobiernos a corto y medio plazo, al menos tal y como van las cuestiones económicas. La conclusión: sus actuales dueños no lo restauran porque,como indicó un edil del actual gobierno local, ¿quién va a invertir una suma millonaria en una propiedad que se proyecta como expropiable?
El problema de Cadro es complejo y parece tener difícil solución. Al figurar la parcela dentro de las previsiones de un sistema general, su superficie se incorporó al cómputo general del PXOM y su exclusión, a través de una modificación puntual, supondría una alteración del plan difícil de justificar ante la Xunta. El futuro pasaría, según fuentes municipales, por la compra del terreno, lo que el actual gobierno local descarta. Podría intentarse con ayudas de otras Administraciones como se hizo con Briz, pero eran tiempos de bonanza que están muy lejos de regresar.
Piedra para relleno del puerto
Desde el 2000, el pazo ha cambiado varias veces de dueño, pero todos han chocado con el mismo escollo administrativo, porque cualquier actividad lucrativa privada, como un hotel o una casa de turismo rural, es hoy por hoy imposible. Además de las dificultades relacionadas con el planeamiento, al tratarse de un edificio de interés histórico cualquier proyecto también tiene que contar con el visto bueno de Patrimonio.
Fueron las exigencias de la Consellería de Cultura las que dieron al traste a la única propuesta que en todos estos años parecía que iba a evitar la ruina del pazo. Se trataba de una iniciativa para convertirlo en un establecimiento hostelero, pero Patrimonio se opuso porque se proponía levantar una edificación en la parte inferior de la finca. Cultura dijo que no porque afectaba al conjunto arquitectónico, compuesto por el edificio principal del pazo anexo a una torre del siglo XV, una capilla dedicada a santa Bárbara, hórreo, palomar y muro de cierre. En el inmueble se conservan los restos de un lagar, así como una escalera monumental.
En los años cincuenta del siglo XX, el Concello se desprendió de esta propiedad, que compró Lilliestierna por un millón de pesetas de la época. La escritora relató cómo poco después algunos contratistas les ofrecieron derribar el pazo, que estaba en ruinas, para destinar la piedra a los rellenos del puerto. La periodista sueca y su marido, un diplomático francés, no solo no accedieron, sino que convirtieron Cadro en un hermoso refugio literario y artístico. De aquellas paredes donde colgaban incrustados hermosos azulejos de la Persia del Shah y de la impresionante biblioteca que un día ocultó sus muros, ya no queda nada.
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